lunes, 14 de julio de 2008

Cuento relatado por Nikola Jovanovich (1986)

RelatosMontenegro antiguamente era parte de la Nación Serbia. Durante la guerra con los turcos éstos tomaron los Balcanes pero a Montenegro nunca lo pudieron tomar, porque es montañoso. Un día lo tomaban en parte y a la noche salían los guerrilleros de las cuevas de la montaña y echaban a los turcos. Los turcos siempre amenazaban, tenían dominados casi todos los Balcanes y siempre se estaba en guerra con ellos. En Montenegro no había año que no hubiera guerra contra los turcos.

En esa época se hacían canciones en su contra, canciones nacionales, para dar coraje a la juventud e ir a la guerra por la liberación. Ya desde el nacimiento se les inculcaba a las criaturas a favor del levantamiento contra los turcos.

Mucha gente vivía del pillaje a los turcos, porque no se podía ni cosechar. Sin embargo, después de muchos años, cuando se habían calmado las guerras, seguía ese bandidaje contra ellos. Asaltaban de noche a los estancieros y gente rica turca y se traían un cordero, una oveja o una vaca. Entonces Turquía amenazó al Príncipe Nicolás I que si no suprimía el pillaje invadiría del todo a la nación. Como consecuencia el Príncipe implantó una ley de muerte para todo aquel que asaltara a los turcos (aproximadamente 1870).

Me acuerdo de un cuento que hablaba de un señor que había hecho bastante fortuna gracias al pillaje, que ya era viejo y estaba con buena salud, aunque había quedado ciego. Y si bien estaba instaurada la pena de muerte contra el pillaje, él había dejado de robar no por la ley, sino por su ceguera.
Un día, para su cumpleaños, los hijos le organizaron una gran fiesta e invitaron a todos los parientes y vecinos. Una vez terminada la reunión, cada uno se fue a su casa y los hijos se quedaron conversando con el padre. Uno de ellos le preguntó:
-¿Y, papá, qué te pareció la fiesta de hoy?
A lo que el padre respondió:
-Hijo mío… ni bien ni mal.
- Pero papá, tan linda que estuvo la reunión, aunque no hayas podido ver, hemos comido y bebido tanto…
- Hijo mío, desde que he dejado el pillaje ¡jamás he vuelto a comer a gusto!
- Pero papá, si no te falta nada, ¡por Dios!
- ¡Qué quieres hijo, si desde que he perdido la vista ya no he podido saltar corrales ajenos y traerme un cordero! Nunca he vuelto a comer a gusto.
- Vea papá, para que coma a gusto, con ley y todo, voy a ir a un corral de un turco y le voy a traer un cordero para satisfacerlo.
Al otro día el hijo carneó un cordero de su propio corral, lo preparó, y le dijo al padre, que no había visto los preparativos:
- ¡Hoy papá sí que va a comer bien a gusto! Anduve caminado toda la noche para traerle el cordero de un aga (oficial turco).
El padre comenzó a comer el cordero asado y le dijo:
- ¡Ah, hijo mío! ¡¡¡Recién hoy, después de haber quedado ciego, he vuelto a comer a gusto!!!

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